El infinito lo marcan nuestros huesos, y, más allá, suena la
gramola. No nos conformamos con la tierra, pero si nuestra conformidad
no está en nosotros tampoco en un universo que destila resignación.
No hace falta asaltar viandantes o inmolarse como la vida que desprecia sus dones.
Compartir
el fracaso, la perfecta armonía de los dedos entrelazados: el camino no
se hizo para los perdedores sino para los perdidos y la confraternidad
que paga todas las rondas.
Siempre habrá unas manos ingenuas
perpetuando la ética de los laxantes, cordura de menesterosos que
regresan al merecimiento. Amo esa locura que se expresa con templanza y
tiene una voz tan maternal que es fácil considerar sus coces y descansar
sobre sus lomos.
Sé qué hacer con tus crines: ámame,
avasállame con tu afecto, con ese tormento de feminidad, no es un crimen
desear una vida, escalar una montaña, corresponder a un hombre...
Tú
eres el lugar de mi encomio, desconozco si el hogar desea a su huésped o
quiere, más bien, su vacía presunción, su vagancia de nubes.
O
infinito marcan-no os nosos ósos, e, alén, soa o gramófono. Non nos
conformamos coa terra, pero se a nosa conformidade non está en nós
tampouco nun universo que destila resignación.
Non é necesario asaltar viandantes ou inmolar-se como a vida que despreza os seus dons.
Compartir
o fracaso, a perfecta harmonía dos dedos entrelazados: o amor non se
fixo para os perdedores senón para os perdidos e a confraternidade que
paga todas as roldas.
Sempre haberá unhas mans inxenuas
perpetuando a ética dos laxantes, cordura dos facareños que regresan ao
merecemento. Amo esoutra tolemia que se expresa con temperanza e ten
unha voz tan maternal que é fácil considerar as súas coces e descansar
sobre os seus lombos.
Sei que facer coas túas crinas: ama-me,
asoballa-me co teu afecto, con ese tormento de feminidade, non é un
crime desexar unha vida, escalar unha montaña, corresponder a un home...
Ti
es o lugar do meu encomio, descoñezo se o fogar desexa ao seu hóspede
ou quere, máis ben, a súa baleira presunción, a súa vagancia de nubes.
no albergar nunca a la conformidad sino coñac y una sombra de la nube, amarrada a un vals de descordados... a veces al leerte, veo esa música, entrelazar un tacto que también llegó ahí y retornó a la etereidad de la armonía de un éxtasis.... no entiendo nada del hogar, ni para qué han servido las puertas, pero me es vehemencia la música que escribimos, ahí, donde las palabras sucumben y se humillan, ante el gozo y ese licor nocturno de los perdidos
ResponderEliminarEl coñac lo has puesto tú, yo sólo he escanciado sus sombras. Como un contrario a la sustancia de tus letras, al final recobra su sustancia y se explaya con la misma música.
EliminarEl destino de mis musas siempre ha sido más bien oscuro: según aparecen las devoro.
ResponderEliminarTal vez las musas amen ser devoradas por la oscuridad y no aprecien otro destino que esa noche.
EliminarHay quienes creen que hay más de lo que hay, pero lo que hay es más que lo que creen.
ResponderEliminarMientras nosotros ponemos el ansia en absurdos interrogantes, lo que actúa en nosotros es lo desconocido.
Eliminar