No podemos echar ancla donde no hay mar, ni navegar donde no hay océano. No existe árbol sin raíces y el amor lo quiere todo del amor. Para qué atizar unas llamas que no arden o unas brasas que no queman. Rescoldos y lamentaciones no avivan hoguera si no alimentamos el fuego. Para qué fingir el ojal y el botón cuando apenas quedan aureolas en el lienzo. Deja que se apague y se mustie, la primavera y la flor, aunque el amor lo quiera todo del amor.
El amor... que sentimiento más plurivalente, desde la pasión juvenil a la cotidianidad de oírse tirar pedos en el baño, pero hemos de alimentar la hoguera aunque solo sea por un ansia de salvación individual. El amor o algo parecido es lo que nos salva en noches de tormenta y de miedo existencial... No sé si el amor lo quiere todo del amor, pero podría ser, aunque uno no se lo crea del todo y navegue por mares de desolación...
ResponderEliminarTiene que existir algo mágico en esa cotidianidad excretora, una retorica vital y viral digna de ballenatos. El pudor pronto se olvida en beneficio del impudor. No hay más alegato ni reparo que el perfume o la pestilencia, el romanticismo se encarga de influenciar nuestros olfatos e influir en nuestros gustos. También la desolación desea abandonarse en brazos de la pasión; mas, ¿cómo abastecernos de salvación delante de un sentimiento tan esquivo?
Eliminarel sentimiento no es esquivo, es la gente que lo complica todo con sus tonterías... y la publicidad!
ResponderEliminarDesconozco exactamente a qué te refieres con el tema publicitario, pero creo intuirlo. No sé a qué se debe tanta estupidez. Reconozco que a veces me he quedado anclado en las miradas sin llegar más allá, pero también lo intentado a contracorriente y no existía el ulterior. Por lo visto se me da bien poner las cartas sobre la mesa para permanecer en el lugar de siempre.
Eliminarme interesó que seas lector de cartas y no practicante, dice mucho de tu capacidad analítica... así salen algunos de tus escritos después
EliminarRealmente no sé bien cómo salen, qué apariencia pueden otorgarles otros lectores y otras mentes, creo que todo, definitivamente, se debe a un sentido sobrevalorado por parte del escritor.
Eliminartambién sobrevaloramos los lectores, en ese aspecto la culpa es compartida
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