ESCRITOS


26/9/19

¿Y qué sentido sino desaparecer? Tal vez no importen el legado o la obra, excepto haber sido una mínima porción de lo sepulto, unidos a esa totalidad perecedera que se ha escrutado con desidia, intensidad y rudeza.
¿Qué permanece entonces, invariable, en la vorágine continua? La inmortalidad no debe ser grata ni siquiera para los Dioses.
Finitos más que infinitos, efímeros más que eternos, así se ha resuelto.
Escribir demasiado es adolecer de criterio. Escribir bien, asimismo, es carecer de rigor.

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. No hay sendas incoherentes y ninguna existencia se puede calificar de nulidad.

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    2. Yo no he calificado a ninguna existencia de nulidad. De la nada surgimos y hacia la nada vamos. Simplemente a eso me refería cuando he leído tu escrito...
      Saludos

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  2. Leo estos días un libro muy interesante que se titula El canon occidental y aborda a esos autores que han sido clave en la conformación de la literatura de esta parte del mundo. El primero para Harold Bloom es Shakespeare, el segundo, Dante y el tercero, Cervantes, es el orden que prioriza. Luego hay una pléyade de grandísimos autores, hasta llegar al siglo XX ,que se han inspirado en el canon. En realidad no hay nada fuera del canon que merezca la pena. Un escritor debe conocer el canon aunque sea para rebelarse contra él. Pienso que ahora hay muchos poetas de Facebook o Instagram que venden y tienen admiradores a porrillo que no hay leído nada. El otro día leí que una chica de catorce años había escrito varias novelas y libros de poesía, además de cantar y tener su canal de Youtube donde era exitosa. Cierto que existió Rimbaud que era casi adolescente cuando escribió Una estación en el infiermo, pero él había leído mucho. La primera obligación de un escritor es conocer el canon literario aunque sea para destrozarlo. Ayer Neorrabioso publicó un poema que era un refrito de Lorca evidente, supongo que él se ha dado cuenta. No estaba mal pero estaba claro su origen. No sé si sus lectores se darán cuenta.

    Personalmente, vendería mi alma al diablo por haber sido Shakespeare o Dostoievski o Henry James y tener su capacidad creativa. Es doloroso contemplar la propia limitación, pero no queda más que aceptarla, claro, depende con quién nos comparamos. Stefan Sweig, uno de los novelistas de mayor éxito en su tiempo y actualmente, se suicidó a los sesenta años por sentirse viejo y por no dar la talla literaria comparándose con los escritores que había biografiado y que eran grandes genios.

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    1. El diablo ya tiene demasiadas almas comprometidas con la escritura. Si no podemos ser geniales por lo menos intentar ser genuinos o genitales (comprendo que hasta esto puede conllevar serias dificultades).
      Interesante lo del "canon". Tengo que ponerme a indagar...
      Es inconsecuente recrear vidas ya vividas. Nuestro espíritu, aunque limitado, es lo único que tenemos a mano.
      Como siempre..., tus comentarios son un auténtico e imprescindible lujo.

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  3. la última frase me dejó pensando... no creo estar de acuerdo con las dos sentencias pero no lo podría asegurar tampoco ja... saludos...

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  4. No se si estoy de acuerdo con las dos ultimas frases...
    Pero le doy dos vueltas y te digo.
    Besos.

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