Por fin he llegado al Cagadero de los Dioses, no sin ningún apretón, justo en el solsticio de invierno. Mira lo que comes, que viene a ser lo que elucubras y defecas, me sugirió Mercurio, el Olimpo no puede soportar ciertas fragancias, aunque alguna vez lleguen a apreciar la cochambre de tu literatura.
¿Era literatura? Nunca supe darle nombre cierto a un arte tan intestinal, pensaba que las tripas arruinarían cualquier alfabeto con su jactancia y aroma.
Con el tiempo quedé embaucado a propósito de la escritura automática, como creo que practican las ovejas y las cabras por los prados, y como el mismo Fauno prodiga en abundancia. Cada deposición es una vocal o una consonante (Mierda Rosetta), hasta el punto de hallar sílabas, palabras y locuciones descifrando cagarrutas, y, cómo no, ingentes versos de Erato.
Desde aquella no doy abasto con las composiciones, siguiendo la trashumancia detrás de la mesnada.
El Cagadero de los dioses te atrae magnéticamente...
ResponderEliminarComo una nevera a los imanes!!!
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