Debajo de un cocotero a mi amor le cayó un coco, entonces perdió la cabeza y pudimos hacer el amor sin contratiempos. De su cráneo roto le salieron dos cangrejos, tenían pinzas doradas, tenían pinzas doradas... Pude ver como el ocaso, en aquel instante, bañaba sus sienes. 

Un ermitaño se escondió en su párpado, te juro que su testuz era el más hermoso palafito, con una negra techumbre como cabello. 

Besé sus labios, ardientes como el magma, y me comí sus babas. Yo, que no era muy pedigüeño, me detuve en su ombligo antes de probar sus mares. 

Debajo de un cocotero mi amor perdió el coco. Mientras me asía a sus palmeras, de su cerebro borbotaba un champán rojo como la tiña. Me embriagué como un borracho, en Tanna, de sus despojos.