Presidir un colectivo es el deseo de cualquier zángano intelectual cuya pretensión sea el empoderamiento.
Cuando hablamos de poesía nos imaginamos a un tipo afeminado y cursi platicando ñoñerías. Los versos, como los percebes, son una mera exaltación fetichista y culinaria; sucede porque llevamos años asumiendo la individualidad.
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