Nunca me aburriría en un recital poético, rodeado de tantos egos agridulces, culos ilustres, cuescos de porcelana, con la mortaja y morfina del corazón. ¿Qué es lo indómito del alma al lado de un incipiente poema? ¿Qué es lo salvaje de un beso comparado con la lasitud de un verso? Tanta zafiedad me hace sentir pletórico y sarcástico, tanta pedantería me hace aplaudir con estrépito, pero demasiado amor agota mi paciencia.
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