No me llevo bien con la izquierda ni con la derecha, soy manco por convicción y confirmación. Lo cierto es que no le doy ninguna credibilidad a las tendencias de los antebrazos, ni para justificar ni para idealizar, tan solo para abrazar. No quiero llevar ninguna bandera de procesión por las calles, prefiero un buen pendón al viento de las cabalgaduras y tus ojos y tu talle y tu cintura. Apartemos entonces la política espuria de nuestros lascivos dedos, de nuestros descreídos besos, de nuestros labios inanes, pues como tontas falanges se afanan por un espacio en la indignidad. Prefiero un camastro, un tresillo, la naturaleza desbordada de tu naturaleza, así de simple, sobre un lecho, o bajo un techo de hojas devoradas por insectos. Nosotros somos del gusano su morada, tarde o temprano el verde follaje reclinará en las ramas y el poeta amará su ocaso, cuidará de sus larvas y le crecerá en las entrañas un amor por la selva.
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