No dejaban ambos de ambicionar y farfullar. Ya en el lecho conyugal, ninguna bacanal anticlerical, más bien un constipado y una onomástica. La luna se ocultó entre los tejados y los pájaros empezaron a ulular. Roncaban, padecían de flato y no les paraban los dientes de rechinar. Triste día encapotado, tus locos siguen persiguiendo sombras.
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