Pues eso..., detente en su culo. Mírale también lo que no es el trasero. Contempla la puta poesía del deseo, la cruel indiferencia de los cuerpos, la oculta obsesión de las miradas, la candidez en el ribete de sus nalgas.
Si se llama Sofía, la sabiduría es la más sucinta de las perversiones.
Permanece en su sonrisa, en los chorreones de pintura, en la trementina de su cintura, en las sortijas perentorias.
Su corazón se masturba como una paloma; pero la paz es la más efímera de las convicciones.