Subiendo por las escaleras de servicio hacia un centro comercial, el poeta lleva a su nieta en brazos.
Asciende de los sótanos un hedor a desperdicio. El poeta se jacta de la nauseabunda fragancia, y, la divina criatura asiente con total indiferencia: ¡es tu aliento que huele a basura!
Por supuesto, un ángel es incapaz de mentir.
Asciende de los sótanos un hedor a desperdicio. El poeta se jacta de la nauseabunda fragancia, y, la divina criatura asiente con total indiferencia: ¡es tu aliento que huele a basura!
Por supuesto, un ángel es incapaz de mentir.
Claro, lo que huele mal es lo tuyo, no lo mío. No te doy opciones a responderme
ResponderEliminar¡Nunca he pensado lo contrario!
EliminarO sea, que reconoces el pecado
ResponderEliminarReconozco el pescado!
EliminarLlega a precio de saldo la feminidad, pero se reivindica
ResponderEliminarImpagable!
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