No queremos mirar más allá, no podemos. Todos somos recipientes, vasijas, barro en una única usanza y una siniestra mezcolanza. La realidad es que el contenedor está agrietado y la copa va vertiendo un rastro leve y sinuoso de su líquido elemento; por eso, en el ulterior, el espíritu sangra receptáculos.
¿No queremos o no podemos? Si yo soy una vasija agrietada que sangra, ¿por qué no querer mirar más allá? Solo me queda desafiarte a una partida de parchís tomando horchata en el cementerio de Montparnasse, junto a la tumba de Samuel Beckett, siempre vacía.
ResponderEliminarPuede que también Samuel se ausente de su oscuro lecho para no observarse siempre imperturbable e impertérrito, de ahí que Montparnasse parezca todavía más vacío desde las mismas catacumbas.
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