En la barra, una muchacha morena con aires desaliñados, bolso rosa y tanga encarnado (tal vez un estereotipo como el poema y el hado), dijo algunas palabras en un lenguaje avieso (el cielo también puede ser funesto) y al marchar pidió fuego. Ninguno de los presentes fumaba y con menoscabo nos tildó de chicos buenos: ¿es que no hay aquí hombres malos, realmente malos? Los tímidos lobos se ocultaron al observar los encantos del maelstrom.
Me encanta la palabra "maelstrom". Yo la conocí hace décadas en "Veinte mil leguas de viaje submarino" y se me quedó prendida y la utilizo alguna que otra vez.
ResponderEliminarPuedo oler el aroma dulzón y penetrante del tabaco de esa muchacha a la que me gustaría darle fuego...
Hasta las más ardientes muchachas saben que no todas las llamas son adecuadas ni pertinentes. A veces todo consiste en el gusto del tabaco y la expectación de un ofrecimiento. Lo cierto es que la mayor parte de los hombres se comportan como señoritas delante de los ángeles aguerridos.
EliminarHermosa palabra, sin duda, maelstrom...