En el mirador de los ánades, insuficiencia de estrellas y una
mirada que pervierte una flor, defeca el cochero su poema
romántico. Ese don nadie de azucarillo y aguardiente quiere convencernos
de la trascendencia de su obra, pero sólo deseamos volver la vista para
contemplar un culo hermoso de yeguada. Su creación se acongoja y huele
peor que un cuesco de palafrenero. Mas, es un prodigio que la mujer del caballero haya aprendido a
relinchar y a danzar con el olfato como una potranca.
No miradoiro dos mergos, insuficiencia de estrelas e unha ollada que perverte unha flor, defeca o cocheiro o seu poema romántico. Ese don ninguén de azucre e augardente quere convencer-nos da transcendencia da súa obra, pero só desexamos tornar a vista para contemplar un cu fermoso de eguada. A súa creación aflixe e cheira peor que un bufo de palafreneiro. Mais, é un prodixio que a muller do cabaleiro aprendese a rinchar e a danzar co olfacto como unha potra.
Nadie duda de la trascendencia de un poema romántico, quizás alguien lo recuerde cuando se encuentre harto de alcohol e impudicia. Y lo lea con delicadeza y cierre sus ojos a medida que se descuelga en sus versos. Pero muchas veces la creación no es tan sencillo alcanzarla y la vestimos de arrogancia. Evidentemente gritar y oler siempre nos ha dado la capacidad de sentirnos vivos: gritamos ya al nacer y olemos así la incipiente primavera
ResponderEliminarTus requiebros te conducen a una primavera, los míos a un estercolero, romanticismo de impudicia y alcoholes.
ResponderEliminar