De entre su pueblo, Dios escogió para la batalla a los más precavidos. Hubo algunos que se sumergieron en aquellas aguas hasta las cejas, llegaron a remover el fango con las pestañas y a besar el ano de las ninfas. En sus espaldas ponía: ámame, ódiame, mátame, soy un poeta judío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario